Mi morada de Babio es un continuo discurrir de personas, unas veces padres y madres con sus hijos, otras veces gente mayor, en grupo o individualmente y, como no, también vienen cuadrillas de jóvenes a hacerme una visita.
Suelen subir para quedarse a charlar un rato conmigo pues, aunque
mi naturaleza me impide expresar los pensamientos con palabras, las
miradas y los silencios que se cruzan en mi presencia hacen que se
deslice la comunicación entre los que suben y yo, que aquí les espero
con la alegría de sentirme querido por todos y todas. Por supuesto, que
también suben a disfrutar de la maravillosa panorámica que desde Babio
se observa, con un horizonte encadenado de montes y montañas.
En esta instantánea, vemos a unos jóvenes mendigoizales, haciendo sus primeros "pinitos" patrios
y nada mejor que retratarse junto al montañero de hierro, su amigo y el
tuyo. Cuando quieras, lector o lectora que estás leyendo esta breve
reseña, puedes subir a Babio que aquí te estaré esperando con los brazos
abiertos. Siempre serás bien recibido.
La cima de Babio que yo habito desde casi 40 años, ha sido y es
lugar de enaltecimiento patrio. Desde bastantes décadas atrás, en la
madrugada del Domingo de Resurrección, Babio es escenario, junto con su
hermano gemelo Burubio y otros montes de las cercanías, del entorchado
de hogueras que anuncian el renacer de una patria de nombre Euskal
Herria. Nación sin Estado pero Nación sin duda. Nación indeleble. Nación
perenne.
Quién no se acordará que, hasta su fallecimiento, todas las vísperas de Aberri Eguna, esto es, Domingo de Resurrección, Antontxu Furundarena
acudía a su cita con la cima de Babio para en la noche alumbrarlo y
departir un rato conmigo. Todos se acuerdan de Antontxu "el de los
huevos", pues tampoco faltaba a la fiesta de San Antón de Armuru, donde
solía donar los famosos huevos (de sus gallinas) de Aresketa para luego subastarlos junto con otros productos del campo
en la tradicional subasta de San Antón en Amurrio y con el dinero de la
puja contribuir en alguna obra benéfica. Precisamente este pasado
domingo se celebró la misma, con apoteósico éxito y concurrencia de
gente.
A pesar de que Antontxu nos dejó, Babio siempre está iluminado las noches vísperas de Aberri Eguna.
Babio también, desde unos años a
esta parte, se ha convertido en lugar de reposo de las almas y de las
cenizas de amantes de la montaña y patriotas vascos. Muy cerca de donde
yo me hallo, se ha erigido alguna estela y piedras hincadas en círculo
en donde se les recuerda.
Nada más... que os espero en mi privilegiada atalaya. Venir, o ven, cuando queráis. Hasta más vernos.
Un saludo patriótico. Ondo izan. Estar bien y...